miércoles, 18 de abril de 2012

RUIDO

UN APORTE DESDE EL PUEBLO KUKAMA 
(EN EL RÍO)

Para Víctor Lozano


Fue en el mes de febrero cuando mantuvimos una breve conversación sobre el ruido en el colegio San Agustín de Iquitos. Cualquiera que conozca la ciudad de Iquitos estará de acuerdo en que el ruido es una de sus notas más pintorescas. Y quien frecuente a Víctor Lozano sabrá que el tema le preocupa desde hace años y aporta, desde su responsabilidad, para poner un poco de cordura a un tema loco.

Las breves notas que van a continuación no dejan de ser breves y de ser notas, y como tales notas, matizables. Aquí están vertidas a modo de humilde bosquejo, por tanto, no se puede esperar de ellas un desarrollo de las mismas. En primer lugar, no están contrastadas en Iquitos y pueden ser no todo lo pertinentes que debieran. Pero considerando que el pueblo indígena kukama tiene muchos de sus ciudadanos en Iquitos tal vez no sean tan inoportunas. Ojalá sirvan para apuntar algunas direcciones que nosotros consideramos válidas.

Una primera y grosera separación entre la comunidad y el monte puede ser pertinente. En la comunidad los ruidos son humanos. En el monte los ruidos son de animales, pájaros... El río es un lugar intermedio puesto que es un lugar de paso: peque peques, botes, deslizadores, lanchas, chatas… Ni que decir tiene que la separación comunidad / monte es matizable. Las chacras son lugares intermedios entre una y otro. Y los lugares de caza no son equiparables a los lugares donde no acostumbran a llegar personas. Las técnicas de caza basadas en remedar sonidos animales, las mascotas, son algunas de las muchas formas de humanizar a los mismos, y las arcanas son otra de proteger a los niños. Pero no es este el lugar para tales exquisiteces.

Para empezar ipu, en kukama, significa tanto ruido como cosecha. Lo que nos traslada a uno de sus rasgos positivos. Ni que decir tiene que la palabra ipu ha sido acuñada en otro contexto cultural y no se le puede aplicar los matices urbanos que acarrea el término ruido. Pero no conviene desdeñar una primera aproximación.

Siguiendo con los aportes positivos indicaremos que el ruido ofrece compañía y proporciona fuerza, valor. Cuando se internan en el monte los kukama dicen que los sonidos de los animales, pájaros… les ofrecen compañía. Este asunto de la compañía creemos que merece la pena ser pensado más despacio, pero será en otra oportunidad. Un ejemplo no más: el machete ofrece compañía y se golpean los árboles para ahuyentar a los espíritus malos. Avancemos, pues. En las pocas ocasiones en que se pierden en el monte hacen ruido para darse valor y ahuyentar a posibles predadores que ronden por el lugar: algún tigre…

La fuerza está intrínsecamente asociada a los pueblos indígenas, también al kukama. Se precisa fuerza para engendrar un hijo, si no deseas que sea shepleco, para dar a luz, para proteger al niño (por medio de las arcanas), para comenzar a ser adulto (se les da de tomar tabaco, sanango…), para evitar la enfermedad, para proteger la casa, trabajar… Y así cuantos ejemplos queramos relatar. No será nunca una fuerza bruta, será siempre proporcional a la necesaria para el trabajo que se está realizando.

Traemos a colación el tema de la fuerza porque muchas personas que manejan moto o motocarro indican que sacan su tubo de escape “para que tenga más fuerza”. No se trata ahora de adjudicar la verdad o la mentira de este aserto, se trata de comprender algunas lógicas de las personas que indican este comportamiento. No todos serán kukama, pero nosotros hacemos un apunte desde el pueblo kukama del río, como una posible pista de investigación.

Foto: P. Manolo Berjón, Caymituyo, río Urituyacu, 2009.

Gritar es algo que realizan los animales: gruñen, rugen, relinchan, mugen… Todos estos términos se expresan con la palabra tsatsats+ma. Gritar nos asemeja a los animales. Aunque los animales son ex –humanos (el reverso de la hipótesis evolucionista). Y no está demás indicar que a quienes más nos molesta los ruidos tal vez gritemos mucho al hablar, para oídos más bien finos y suaves.

El ruido también aflige y molesta a los kukama, sobre todo a sus enfermos. Por eso, cuando una persona es mordida o picada por una víbora se le aparta de la comunidad, “para que no le choque la bulla”. Apartada de la comunidad será más fácil el trabajo del médico y más cómoda la llegada de los espíritus. Algunas personas mayores del río no quieren ir a la ciudad por el ruido, les molesta dicen, les atormenta podríamos añadir.

El ruido ahuyenta los espíritus. Los médicos precisan de espacios en silencio y oscuros para poder trabajar, de no ser así sus espíritus no se acercan. Seguramente habrá en Iquitos médicos que no trabajen bajo estos parámetros, lo desconocemos, pero los médicos indígenas de los ríos están vinculados a estos conceptos. Por eso será en la periferia y en la noche que los médicos trabajan, cuando los espíritus pueden acudir sin que nadie les moleste.

En esta breve nota podemos indicar que el ruido tiene efectos beneficiosos: compañía y fuerza. En cuanto a los efectos perjudiciales mantenemos la siguiente hipótesis: la táctica no consiste en evitar el ruido, sino que las personas que sienten molestias se retiran. No se evita el foco de ruido, sino que se produce un desplazamiento de quien no desea estar cerca del bullicio. Esto podría explicar cómo puede haber un velorio y al lado alguien está haciendo fiesta. Nuestra lógica nos llevaría a que los fiesteros aminorasen el ruido; pero la lógica kukama pudiera ser inversa: quien siente molestia, se retira (si puede).

Un par de apuntes breves más: el primero, sobre “el parlante”. Al respecto era paradigmático el puerto de Masusa. En los últimos años se ha regulado un poco, pero antes era habitual que tres o cuatro parlantes vociferasen a la vez. Nos sorprendía que se superpusieran unos a otros, pero a nadie parecía importarle. A nadie molestaba, porque no les hacían caso. El ruido, además, te ayuda a “no pensar”, “no darle vueltas a la cabeza”. La connotación negativa de “este” pensar es evidente, no salir del círculo vicioso de los problemas. El ruido te distrae. En tal sentido los parlantes que hay en los mercados (emitiendo ruidos) no suelen molestar a las gentes, que fácilmente desconectan. No conviene extraer conclusiones precipitadas: ‘un pueblo que no piensa es presa fácil de manipulación’, puesto que el significado de “pensar” es diferente. El parlante pudiera ser una forma de marcar territorio en un lugar donde los espacios públicos están invadidos por intereses privados (aceras, cortes de calles para fiestas…).

En segundo lugar, en la ciudad no hay miedo porque hay luz de día y de noche. “Ni siquiera pasar por el cementerio te da miedo, porque hay luz”. La ciudad no duerme. Será este tema de la luz, ausencia de oscuridad, y el ruido los que hagan de la ciudad un lugar donde no existe el miedo tradicional, para suscitar nuevos miedos urbanos: asaltos, robos, violaciones…

Al menos en algunos casos, el ruido de potentes watios de los equipos y grupos musicales sean una forma de convencernos a nosotros mismos de lo que no estamos seguros. Tal vez gritando nos podemos persuadir de algo que no nos convence. Quizá puedan ser como esos predicadores de la Plaza 28 de Julio que, sin ningún oyente, continúan gritando toda la tarde, no tanto para convencer a alguien, que saben que no va a ocurrir, sino para recordarse a sí mismos quiénes son y quiénes fueron. Tal vez el ruido que tanto nos molesta a los occidentales no sea una prioridad en una ciudad con un fuerte componente indígena, lo cual no invalida la preocupación y no afecta la estima de las personas que tratan de remediar un problema urbano de gran complejidad.

Y para concluir, no quisiéramos dejar la sensación de “mejor no hacer nada”, muy al contrario. Pero solo conociendo las razones de quienes hacen ruido (en ocasiones ensordecedor) desde dentro, encontraremos las resistencias que ocasiona el tema y hallaremos posibles salidas a una cuestión que genera mucha molestia a un sector de la población que lo tiene que padecer.




Miguel Angel Cadenas
Manolo Berjón
Santa Rita de Castilla  - río Marañón

domingo, 1 de abril de 2012

CARTA

Por el centenario de la Encíclica Lacrimabili Statu Indorum del papa Pio X y la defensa de los indígenas en la época del caucho, nosotros Animadores Cristianos de la Parroquia Santa Rita de Castilla, río Marañón, provincia y región de Loreto, conocedores que hay partes de “nuestra historia republicana que preferimos callar” y por ende “no aparecen en los libros escolares”, sino más bien “están mezcladas en mitos y leyendas de nuestros abuelos”, en este año 2012 se cumplen 100 años de la encíclica papal que hace referencia a lo sucedido con nuestros hermanos indígenas.

A propósito, contar lo que sucedió: todavía a mitad de los años 60 del siglo pasado, un bisnieto de cauchero nos cuenta cómo él vio que los patrones manejaban a los peones cruelmente. Les obligaban a trabajar el caucho solo, sin descanso, y no les permitían hacer chacras para su sustento de su familia. Tampoco querían que sus hijos estudiaran. El patrón les vendía sus productos (ropa, fósforo…) ciento por ciento elevado de precio y de su producto nunca sabían cuanto costaban. Por tanto, nunca podían pagar su cuenta, y no podían regresar a su tierra a ver a su familia. Cuando iban creciendo sus hijos iban siendo un peón más, ya con grandes sumas de cuentas a su cargo. Las mujeres eran llevadas por el patrón. Aquellas que tenían 13-14-15 años para empleadas, o él mismo disponía para entregar a otro peón para su mujer. La gran mayoría de las mujeres de los peones las abusaba el patrón sexualmente. Nadie podía vender su producto a otro patrón porque muchos eran amenazados de muerte, a palos, ahogándole o a balazos. Así como me contó mi abuelo, que hasta hoy vive, Basilio Ricopa Canaquiri, perteneciente al pueblo indígena kukama kukamiria. Los hechos están situados en el alto río Samiria.



Rember Yahuarcani, Los huitoto y el caucho
Fotografía: Victoria Morales


Hoy en día los hijos de los patrones siguen esclavizando a los hijos de los peones caucheros. Nos cuenta el señor NN lo que sucedió con la hija de un morador, que fue llevada a la ciudad de Iquitos, con la finalidad que tendrá trabajo y estudio. Nunca estudió. Por su trabajo nunca le pagaron mas que el primer mes S/. 150.00 permaneciendo 3 años en el trabajo. Cuando sus padres fueron a recogerla su patrona no la quería dejar regresar a su casa.

“Nosotros recordando el ejemplo de nuestros antecesores, condenamos y declaramos reo de inhumano crimen a cualesquiera que a los indígenas pongan en esclavitud” (Pío X) y para que no se vuelva a repetir esto, pedimos que en los libros actuales se considere toda la historia de la Amazonía que forma parte de la historia del Perú.



Santa Rita de Castilla, 19 de marzo de 2012



Nota: los entrecomillados que no se explicitan están tomados de: “El centenario de la encíclica Lacrimabili Statu Indorum del Papa Pío X y la defensa de los indígenas de la época del caucho”, CAAAP, Lima, enero 2012.


COMENTARIO:

Entre los días 14 al 20 de marzo de 2012 se reunieron los Animadores Cristianos de la Parroquia para el Encuentro de Animadores de comienzo de año. Entre otros temas, hicimos un repaso de la encíclica del papa Pío X, Lacrimabili Statu Indorum.

A los Animadores les llamó la atención que un papa hubiera escrito sobre lo que estaba sucediendo en la Amazonía. Ellos, por su parte, se comprometieron a recoger testimonios para no dejar pasar el centenario de la encíclica. Por de pronto ya nos recuerdan que la explotación no es únicamente algo del pasado y que los pueblos indígenas continúan sufriéndola en diversas medidas.




P. Miguel Angel Cadenas                                          P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla                               Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón                                                              Río Marañón






ENCICLICA (carta) del Papa Pío X, escrita en 1912
“Lacrimabili Statu Indorum”

El papa se queja entre otras cosas que a pesar que desea aliviar la situación de los indígenas, no obstante, existen aún “cristianos que como si hubieran olvidado totalmente el sentido de la caridad derramada por el Espíritu Santo en nuestros corazones, a los pobres indígenas… los reducen a esclavitud, los venden como esclavos, los privan de sus bienes, y realizan con ellos tales obras de inhumanidad que los apartan principalmente de abrazar la fe de Cristo, y sobre todo hacen que se obstinen en su odio para la fe”.

De todas estas cosas indignas, la peor de todas, o sea la esclavitud propiamente dicha, aunque ha sido abolida en Brasil y en otros lugares a que contribuyeron a erradicar muchas personas de iglesia, aún queda mucho por hacer a favor de los indígenas.

“Cuando examinamos los crímenes y maldades, que aún ahora se cometen con los indígenas, ciertamente quedamos horrorizados y profundamente conmovidos. Pues, ¿qué puede haber de más cruel y bárbaro, que el matar los hombres a azotes o con láminas de hierro ardiendo, por causas levísimas, por el placer de ejercer su crueldad, o impulsados por súbita violencia de conducir a la matanza a cientos y miles (de indígenas), o devastar pueblos o aldeas para realizar matanzas… Para excitar de tal manera los ánimos influye en alto grado el inmoderado deseo de obtener riquezas”.

“Ni tampoco se perdona el sexo (femenino) ni la debilidad de edad (niños): avergüenza realmente referir la infamia y los crímenes de aquellos en comprar y vender a las mujeres y a los niños; siendo realmente sobrepasados los peores ejemplos de salvajismo”.

“Para todo aquello que ustedes, o por su iniciativa ejecuten para utilidad de los indígenas, tenga la máxima eficacia dimanante de Nuestra apostólica autoridad. Nosotros condenamos y declaramos reo de inhumano crimen a cualesquiera que, a los indígenas, ponga en esclavitud, los vendan, los compren, los cambien o regalen, los separen de sus mujeres o de sus hijos, se apoderen de sus cosas o de sus bienes, o de cualquier manera los priven de su libertad poniéndolos en esclavitud”.
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COMENTARIO: Se cumplen ahora 100 años de la encíclica del Papa Pío X, sobre la época del caucho y los indígenas amazónicos. Sólo en el río Putumayo mataron más de 30,000 indígenas witoto, bora y ocaína. Los patrones decían ser cristianos, pero su comportamiento lo negaba. Para el papa son indignos de llamarse cristianos.

Nos gustaría que el centenario de esta carta del Papa sirva para recoger testimonios, como ya lo están haciendo los Animadores de la Parroquia, para conocer nuestra historia, que no se repita y que se enseñe en los colegios a los bisnietos de los peones de los caucheros. Conocer nuestra historia es la mejor forma de saber quiénes somos.